Las actividades en montaña en periodo estival son
innumerables, y abarcan un amplio rango de exigencias, dificultades, y por
tanto, de necesidades. Desde paseos suaves por terreno llano sin demasiadas
complicaciones, hasta botas polivalentes que nos sirvan lo mismo para escalar
rutas alpinas que para calzarse los crampones. Para todo, hay una solución.
Básicamente, una zapatilla de trekking es un
calzado de caña baja con prestaciones de montaña en lo que se refiere a suela,
impermeabilidad y dureza del conjunto de la zapatilla en general.
La idea sería conseguir la comodidad de una
zapatilla deportiva, pero añadiéndole la dureza y protección de la bota. Como
todo no se puede, digamos que el resultado final es un intermedio; ni son tan
cómodas cómo unas deportivas, ni tan duras como unas botas. Eso si, son
relativamente duraderas, y no asfixian el pie cómo lo hacen las botas altas.
Es importante elegirlas con buena suela, Vibram o
similares, pero no demasiado blanda o nos quedaremos sin zapatilla en pocos
meses. En cuanto comprarlas con o sin membrana (Gore Tex, Dry Line o Sympatex),
es una elección personal. No siempre es necesario, según la actividad a la que
las queramos destinar. La membrana encarece el producto y es una barrera más a
la transpirabilidad. Aunque parezca raro esto es así, ya que aunque las
membranas sean transpirables, no dejan de ser una capa más entre el pie y el
exterior. Ahora bien, si queremos usarlas en montaña en primavera-verano-otoño,
es mas que recomendable que sean impermeables. Una tormenta de verano es
incómoda, pero no pasa de ahí; pero si nos empapamos los pies en otra época más
gélida, podemos pasar frío de verdad.
Es conveniente que la zapatilla tenga refuerzos de
goma al menos en la puntera, ya que a buen seguro será una de las zonas que mas
sufrirán.
Existen diferencias entre modelos confeccionados
enteramente en piel, y aquellos que intercalan piel con tejido de malla muy
ligero y transpirable. Lógicamente, las primeras serán mejores en climas
adversos, y las segundas serán más adecuadas para altas temperaturas y climas
secos.
Aunque su uso se ha generalizado últimamente,
conviene recordar que la zapatilla no protege el tobillo de torceduras, por lo
que en terrenos pedregosos o muy escarpados existe riesgo de sufrir esguinces,
o de sobrecargar los tobillos en torsión. Parece atractivo a primera vista
hacer ascensiones estivales a la montaña en zapatillas, pero hay que valorar si
es lo más adecuado o no. Al final, no deja de ser una decisión personal.
Aunque la zapatilla lleve Gore Tex o similares, no
olvidar que al ser de caña baja es relativamente fácil que entre agua por
arriba, caso en el que la membrana no nos serviría para nada.
Al igual que las botas, conviene elegir un número
un poco superior al habitual de calle; que sobren entre 1,5 y 2 centímetros,
para que no nos golpeen los dedos de los pies en la puntera durante las bajadas.
Muchos modelos tienen una adherencia comparable a
las mejores botas, que son mucho más ligeras que éstas, y que desde luego no
hay punto de comparación en lo que a confort del pie se refiere, sobre todo en
verano con altas temperaturas.
Las zapatillas de trail running son cómo las de
atletismo de siempre, pero más resistentes en su construcción y sobre todo en
lo que se refiere a la suela. Son zapatillas de atletismo adaptadas a la
montaña. No necesariamente llevan suelas Vibram, pero si que son diferentes
compuestos de caucho de gran adherencia y con un diseño de los tacos muy
estudiado para traccionar en las subidas y ayudar en la frenada en las bajadas.
Algunas llevan incluso sistemas y cámaras especiales de amortiguación de
impactos en el talón.
Al ser mas ligeras que las zapatillas de trekking
normales, hay quien las prefiere a éstas aunque sólo las utilice para andar.
Este tipo de calzado al ser mas ligero,
inevitablemente será menos duradero, ya que su prioridad es la ligereza, y no tanto
la resistencia. Encontraremos versiones con y sin Gore Tex en la mayoría de los
modelos.
Son importantes los refuerzos de goma o similares
en puntera para proteger la zapatilla de los golpes que, a buen seguro, le
vamos a dar.
La bota de montaña es un elemento insustituible del
equipo el montañero, y lo seguirá siendo a pesar de los avances de materiales y
tecnologías. La diferencia es que cada vez son más ligeras, cada vez hay más
modelos diferentes, y sobre todo, nos ofrecen una gran variedad de colores y
estéticas que no deben despistarnos de nuestra necesidad real.
Inicialmente las botas se hacían en piel
independientemente de si eran para invierno o para verano. Hoy en día, las
botas de verano son generalmente de Cordura y cerraje, de manera que transpiran
más que las de cuero. Pero también es cierto que para su uso en invierno, o en
climas muy húmedos (frío, barro y nieve), siguen siendo más adecuadas las de
cuero. Éstas pueden estar confeccionadas en piel cerraje o en Nobuck.
La piel cerraje es más tosca a la vista, y el
nobuck es una piel pulida, de aspecto y tacto más suave y liso. El cerraje es
más sufrido a los golpes, roces y piques, y el nobuck aguanta mejor el agua,
precisamente porque es una piel pulida que la repele y no absorbe la humedad.
Es interesante saber qué grosor de piel lleva la bota, para hacernos una idea
de si está orientada a climas moderados o a condiciones climáticas adversas.
En una bota para mal tiempo, la piel tendrá como
mínimo de 2 a 2,5 mm. de grosor, mientras que las de verano (piel y Cordura)
suelen andar por los 1,6 a 1,8 mm .
Aún así, y salvo casos especiales, supondremos que
para verano, lo mejor es una bota de piel y Cordura. Dentro de éstas, las hay
desde las más sencillas que no dejan de ser zapatillas de caña alta, hasta las
más técnicas con suela semirrígida cramponable y horma especial para escalar.
Dentro de los últimos avances, encontramos que hay
fabricantes que han empezado a sustituir la Cordura por el Kevlar. El Kevlar es
un hilo sintético, y es el material con el que se hacen los chalecos antibalas.
Ofrece un peso similar a la Cordura con unos valores de resistencia al desgaste
y a la abrasión mucho mayores.
De todas maneras, lo ideal sería disponer de unas
botas de verano en cerraje, Cordura o Kevlar, y otras de cuero que
reservaríamos para el invierno, alargando así de paso la vida del Gore Tex (o
similares). No hay que olvidar que aunque no la sometamos a condiciones de
humedad o agua, con el propio desgaste que se produce al caminar, el forro impermeable
se va desgastando.
Evidentemente, para el que hace salidas ocasionales
a la montaña, tener dos pares de botas puede no ser necesario, pero el
montañero asiduo debería tener en cuenta esta opción.
Conclusión
Pues salvo para casos concretos, en los que la actividad vaya a ser de muy baja intensidad, la mayoría optareis por tener unas zapatillas de trekking pero sin dejar del todo de lado las botas. Habrá salidas en las que se pueda ir perfectamente con zapatilla y otras en las que las botas serán más aconsejables. Por ejemplo en terrenos de roca descompuesta, grandes caminatas, travesías con mucho peso, etc.
Digamos que la zapatilla de trekking nace para ocupar un hueco que existía entre la media-alta montaña y el senderismo de baja intensidad, pero no desplaza a la bota en "su terreno".
También es cierto que los hay que han subido el Aconcagua en zapatillas de trail running, pero por supuesto, esto no es nada habitua
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